Las crónicas guerreras de Fogwill

Por Ariel Idez y Nicolás G. Recoaro

A los efectos de universo del marketing en el que se desenvuelve con destreza, Rodolfo Enrique Fogwill ha devenido Fogwill a lo largo de los años y en ese nombre musical y de resonancias anglosajonas ha cifrado una de las obras con mayor personalidad en las últimas décadas de la literatura argentina. Fogwill nació en 1941 y en 1965 egresó de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, donde fue profesor titular. Investigador especializado en comunicaciones y publicitario (creador de los míticos horóscopos de chicles Bazooka) es también el autor de algunos relatos y novelas imprescindibles de las últimas décadas como La larga risa de todos estos años o Vivir afuera.

¿Y que atributos podríamos reconocer en la marca Fogwill? El talento narrativo en primer lugar: Fogwill se ha inclinado por el partido del relato más que por el de la experimentación con el lenguaje y siempre tiene una historia para contar. Su “oído absoluto” para captar las inflexiones del habla encuentra su cumbre en Los pichiciegos. El proyecto, siempre actualizado, de tomarle el pulso a cada etapa del esquizofrénico país donde ha caído en suerte, como sucede con la década del ‘90 en Vivir Afuera. Una naturaleza de polemista que embiste sin miramientos para desmantelar los lugares comunes del progresismo bienpensante, una inteligencia prodigiosa para la elaboración de argumentos y un estilo a la vez exquisito e implacable para su exposición.

Durante los años ochenta Fogwill fue columnista de los principales medios alternativos de la época. Parte de esta voluminosa obra dispersa, sumada a sus intervenciones de los noventa y de este siglo, ha sido reunida en Los libros de la guerra (Mansalva), una suerte de antología periodística que abarca toda su carrera como colaborador en los medios gráficos.

La prosa “periodística” de Fogwill incorpora muchos de los recursos de su narrativa y los pone en juego en sus artículos y columnas. Entre las herramientas que importa Fogwill de su literatura al periodismo se hallan las siguientes:

· Su atención para captar jergas y torsiones del lenguaje que definen un espacio, un colectivo o una práctica social. En uno de sus mejores cuentos, “Camino, campo, lo que sucede, gente”, el autor traza a su personaje con la pincelada de un diálogo: “Si ahora tendría la zanella, seguro que me habría matado” (Pájaros de la cabeza,1995: 139). En lo que la lengua sancionaría como un mal uso del condicional, es el escritor quien se aparta para prestarle la voz al personaje y dotarlo de verosimilitud. En “El interno que escribe”, publicado en Vigencia, en 1981, Fogwill cuenta desde el lado de adentro de la cárcel de Caseros “’Interno’ es la palabra que en la lengua oficial de la prisión denomina al preso. El personal no permite que los internos se llamen a si mismos ‘presos’””. (LLG, 2008: 9)

· Su “saber técnico”. Sociología, filosofía, filología y hasta las herramientas del marketing suman su aporte para desmontar las operaciones que el poder construye en el ejercicio de la hegemonía en el establecimiento del sentido común. “Podrá ser cruel, pero ya lo ha argumentado Nietszche –escribe Fogwill— la crueldad se convierte en virtud si es ejercida para desnudar los valores y reordenar los apetitos.” Polémico, erudito en materias extravagantes, y constantemente interesado en los debates políticos y culturales que se desarrollan en la Argentina, Fogwill se vale de esos saberes para chicanear y polemizar, para dar cuenta de las cicatrices que siguen supurando pese al tramposo maquillaje impuesto por el poder. Y es que quizá, Fogwill no supo escuchar el consejo que le dio Osvaldo Lamborghini: “¿Y vos, histérico sin tragedia, cuándo vas a aprender a escribir con la boca cerrada?”.

· Como explica Juan José Becerra, la utilización de la autobiografía presente en las crónicas funciona como “un documento de la “sabiduría” fogwilleana. Experiencias donde hasta los objetos más banales se recubren de sentido y de mito (incluidas las marcas de los objetos, ese universo tan cercano y afín al publicista): “Tengo nítida la imagen de unos camiones con radiadores de bronce humeantes y cargados de hombres que gritaban ¡Perón! Esto no me presenta a mí, sino a mi patria: desembarcaban aliados en Normandía, y los americanos andaban por Sicilia y Calabria repartiendo chocolate, bubblegum, tabaco burkley y medias de nylon, pero en casa seguían contemplando la posible derrota”. En el hábil uso de las marcas Fogwill se revela como un avezado conocedor de las estrategias del marketing, sólo que en este caso el autor se las ingenia para hacerlas jugar “a favor” de su escritura, sacando provecho de su inmediato poder de connotación.

· Y una última característica vinculada con su biografía: en lugar de intentar ocultar que su modus vivendi proviene de la defenestrada esfera del mercado, Fogwill hace de la necesidad virtud y aprovecha esta circunstancia para, por un lado, declararse ajeno a la esfera de intereses institucionales y corporativos que, en su visión, condicionan a periodistas, escritores y pensadores sometiéndolos a una red de especulaciones cruzadas tramada por medios de comunicación, sellos editoriales y departamentos académicos y, por el otro, dar cuenta de ese entramado (el “revés de la trama”) en virtud del cual las operaciones de poder se articulan con las relaciones entre los actores del campo cultural. En este sentido, Fogwill puede ser leído desde Pierre Bourdieu, quien describe las luchas por el capital simbólico entre los participantes del campo cultural, sólo que el primero parece sostener la hipótesis de que el mercado es la instancia que articula y engloba a todos los campos. De ahí que las herramientas y el lenguaje mercadotécnico constituyan uno de sus recursos predilectos a la hora de describir (o descubrir) la lógica interna de los asuntos a los que somete su mirada.

 La suma de estos recursos, es decir, apropiación de jergas y argots, saber técnico aplicado a los objetos más disímiles, uso de las marcas publicitarias, apelación a la experiencia personal como garantía de conocimiento, ataque sistemático a la lógica bienpensante del sentido común, análisis de los procesos culturales en virtud de las relaciones de poder que construyen y apropiación de las categorías del marketing, le permite a Fogwill construir lo que el psicoanálisis llama un “sujeto supuesto saber”, es decir “un fenómeno de transferencia vinculado al acto de atribución de un “saber” por parte del analizante a la persona del analista”. Fogwill promueve en el lector un efecto de inmediata identificación con su saber, que no es un “saber para” sino un parasaber, un conocimiento que opera siempre en forma clandestina no para promover sino para corroer a las instituciones que lo promueven. “Trabajo con indicios tan vagos como los que a lo largo de mis tres generaciones me fueron eximiendo de las peregrinaciones masivas frondisartreana, freudocastro –frejulista, u derrotademócratoperonista-radical” (LLG,2008:19). El resultado de esta identificación es la construcción de la voz de un autor que siempre parece estar un poco “más allá”, avizorando la lógica infame, escrutando los hilos invisibles, revelando el “teje y maneje” cualquiera sea la cuestión que aborde.

Esta condición, que es sobre todo un efecto de lectura, podría sintetizarse en un apotegma básico: Fogwill la tiene clara. Fogwill es ese viejito, entre dionisíaco y apolíneo, que te canta la posta.

Bibliografía· “El interno que escribe” en “Los libros de la guerra”. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008.
· “Antes de la paciencia” en “Los libros de la guerra”. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008.
· “Política pública y literatura confidencial” en “Los libros de la guerra”. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008.
· “Feria del libro de Buenos Aires” en “Los libros de la guerra”. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008. Complementarias· “Encuesta: La oligarquía ni existe” en “Los libros de la guerra”. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008.
· “La deuda eterna de la deuda externa” en “Los libros de la guerra”. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008.
· “La filosofía: un destino menor” en “Los libros de la guerra”. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008.
· Divorcio: ¿una espera que desespera? en “Los libros de la guerra”. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008.

2 respuestas to “Las crónicas guerreras de Fogwill”

  1. Os Says:

    Ahi va de remate la entrevista que le hicieron a Fogwill en la revista chilena The Clinic! Imperdible (y también los comentarios).
    El sitio web de la revista es medio confuso y a veces no encontrás nada, por eso se agradece el link del post «El fracaso de la moralidad» en
    http://www.tomashotel.com.ar/archives/2000

    …Primero leí «derrota» y después vi que era «fracaso»
    La frase de Fogwill es algo así: «el éxito (de un escritor) es el fracaso de su moralidad»…

  2. Las últimas palabras de Fogwill « Blog crónico Says:

    […] y editors”. En su columna anterior, las últimas recomendaciones fueron para su obra Los libros de la guerra (“No convoco a la compra. Se puede fotocopiar: la Justicia difícilmente perderá tiempo en […]

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