Con el codito en el mostrador

«Un cuadro de Discépolo cuelga de una de las paredes de Los Galgos. En tu cuarto podría ser un póster de Charly García o del Indio Solari. Acá, el detalle es un poco perturbador, y Horacio lo sabe. Sabe bien que difícilmente Charly haya entrado en tu habitación. ‘Virtudes de la vejez –sonríe–. Existen mucho bares que tiene ambientación antigua. Las mesas, las sillas, los espejos. Muy pocos son realmente viejos.’ Igual, la frase no es una denuncia, todo lo contrario. ‘Que haya bares que busquen avejentarse quiere decir que alguna gente respeta a los mayores, jé… No, querido, yo salgo poco y nada. Me siento bien, leo el diario de una punta a la otra, pero salgo poco… ¿Cómo? ¿Qué otro bar aparte del mío? La Paz. Yo conocía al dueño. Muchos poetas en La Paz. La Paz y Los Galgos. Después hay demasiados bares caracterizados y demasiados bares que tienen de todo. Esos no los piso ni que me paguen’.» Una crónica sobre el mítico bar Los Galgos, que firma Hernán Firpo por acá.

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