Una puta elegante y veterana

¿Por qué queríamos ir a Buenos Aires a pasar los últimos días del año? Podría decir que tenía algunas reuniones más o menos importantes, y no mentiría. Pero la verdad es que Buenos Aires no apela a ninguna zona racional de mi cabeza. Buenos Aires es una antigua pasión, una querencia inexplicable, un punto vulnerable, una obsesión. Las obsesiones no se curan ni se reprimen: uno se entrega a ellas, resignado. Mi enamoramiento de Buenos Aires comenzó cuando tenía dieciocho años y no sabía que estaba enamorándome de una puta elegante y veterana, que habría de maltratarme y serme infiel, solo para seguir amándola todavía más, como se ama en las grandes pasiones incomprendidas. Me dicen: pero Buenos Aires es vieja, decadente, apesta, huele mal, está decrépita, ha envejecido fatal. Y yo digo: sí, sí, pero la quiero igual, la quiero precisamente por eso, porque es una meretriz antigua, afrancesada, de la que vivo enamorado sin remedio, a sabiendas de que me complacerá solo cuando a ella, tan díscola, se le antoje.

Una columna de Jaime Bayly, se lee completa por acá.

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